Desde la muralla de nuestra Alcazaba en un atardecer se contemplaba esta imagen. Gran parte de nuestra ciudad se pude ver sin las molestas "grúas" que perturban el paisaje. Y esto más que nunca tiene una doble lectura, por un lado es de agradecer la ausencia de las torres metálicas y por otro parece que sin estos engendros nuestra ciudad esta falta de vida. Hasta hace bien poco, la vitalidad económica de una población se medía en función del número de grúas que se oteaban desde el horizonte y nosotros, como en casi todo, volvemos a estar a la cola. Tendremos entre todos que hacer ejercicios de imaginación y genialidad para salir de un panorama un tanto gris y falto de grúas.
miércoles, 26 de septiembre de 2012
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