Las obras para la puesta en valor de la estética externa del convento de las Descalzas, ha generado una polémica impropia del sentido común y el raciocinio laico. Un simple y vulgar tejadillo es el detonante para que afloren los fanatismos propios de la iconografía religiosa. Las cofradías de la ciudad se han movilizado para denunciar semejante atropello. El problema es que se hace desde una perspectiva ajena a la que mueve la obra civil de un técnico, sujeto a cánones de construcción.
El artículo de LA CRÓNICA, hay que leerlo completo, creo que es basta esclarecedor por parte del responsable de la obra, Francisco Hipólito, y deja a las claras su sensibilidad y preocupación para abordar junto con la propiedad del edificio, los trabajos con absoluta delicadeza. Además, las monjas aportan documentos que demuestra que esos añadidos se hicieron en su día sin su consentimiento.
"Lo que hemos hecho en las Descalzas está absolutamente meditado".
Donde estaban todos esos indignados cuando enterraron en hormigón el baluarte de la Trinidad.
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