Como en la famosa película de Antonio Román sobre Los Últimos de Filipinas, en las riberas del Guadiana aún queda uno que otro agarrándose a su parte de tierra con uñas y dientes. Es totalmente sorprendente la fuerza que liga a las personas con el entorno que le ha dado cobijo después de muchos años y la defensa numantina que hacen para tratar de no abandonar sus moradas. Entiendo que después de vivir durante muchos años en pleno contacto con la naturaleza y sin ataduras urbanísticas y vecinales, no entiendan sus vidas sin asomarse por las mañanas y contemplar las riberas del Guadiana a sus pies. Por desgracia tendrán que acabar cediendo y sus vidas se llenaran de un vacío que ni la mejor casa de nuestra ciudad podrá cubrir.
miércoles, 14 de marzo de 2012
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