Donde en su día estuviera el Cine Santa Marina, hoy es un lugar abandonado y cubierto de hierbas más propio de un paisaje campestre. Solo faltan las ovejas campando por un foso que forma parte de una fortificación del siglo XVII convertido normalmente en un gigantesco pipi-can. Es incomprensible que en esta ciudad el servicio de jardines en algunas rotondas de nuestra ciudad cambie varias veces al año sus flores y plantas y en otros lugares no aparezca durante años. Esto solo tiene un nombre, desprecio al patrimonio.
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