Después de más de 15 años no sabemos si en este lejío habrá un museo o un nuevo barrio en un lugar privilegiado con la torre de Espantaperros como referente. Visto como aquí se hacen las cosas más me inclino que acabará como otro campo de minas lleno de matojos y latas de cerveza. Después de aniquilar un barrio que tenía su propia identidad dentro del contexto del casco antiguo, ciertos colectivos abogan porque se pare el proyecto y se ponga en valor los restos de una fragua, unos silos y parte del suelo de una calle.
Del otro lado, los que vivían, viven y desean vivir en este barrio nuevo, reclaman que no se pare el proyecto para revitalizar la zona.
Me imagino que habrá que escuchar al responsable de las excavaciones, arqueólogo de profesión y sin ningunas ataduras de ningún tipo con respecto a nuestra ciudad, qué opina al respecto. Su informe final es muy preciso y conciso con los restos encontrados y no aprecia nada relevante arqueológicamente hablando como para preservarlo.
Lógicamente, la última palabra la tiene Patrimonio, que en base al informe de los técnicos actuará, creo, con independencia y con rigor científico.
A escasos metros del lugar podemos encontrar dos claros ejemplos en lo que se convierten restos arqueológicos en nuestra ciudad.
Todavía está por ver que se instale un panel informativo en este lugar aclarando su contenido. Y lógicamente, el inmenso agujero se ha convertido en una inmensa papelera y en una fosa séptica de agua estancada y putrefacta.
Junto a la Biblioteca de Extremadura se hicieron unas excavaciones y se encontraron restos de edificaciones de varias épocas. Su importancia y transcendencia está por determinar y mientras tanto, siguen sin paneles informativos y después de las épocas de lluvia se adorna de esta manera. De lo que se habló, de hacer un sendero para recorrerlas y visitarlas didácticamente, parece que de momento nada y así todo.
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