Esta calle que fue la que acogió al honroso gremio de zapateros, además de otros artesanos, en otros tiempos más prósperos y que posteriormente era el acceso casi obligado de la olvidada plaza de abastos, hoy vive entre la soledad del diario, con escasos viandantes por su empedrado, y el bullicio circunstancial de paso de los fines de semanas y las fiestas de ocasión. No hace mucho que en esta calle las gentes se arremolinaban entre la multitud de tiendas y establecimientos de todas las categorías, siendo probablemente la calle de Badajoz con más sabor y tipismo hasta los años 70. Sigue teniendo construcciones de su época de más esplendor y se han hecho algunas rehabilitaciones poco afortunadas. En esta calle existen dos fachadas que tienen incrustadas sendas placas de piedra con la imagen de un cordero. Esta imagen es similar a la que tiene la catedral en la puerta del mismo nombre. Estas dos viviendas que tienen este escudo característico viene a decir que en su momento pertenecieron al obispado de la ciudad. Hoy varios establecimientos con empeño y tesón intentan recuperar en alguna medida lo que fue esta calle y nosotros aunque sea solo visitándola les daremos ánimos para ello. Esperemos que tengan suerte y lo logren.
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